Un recordatorio…

Publicado: 22 agosto 2011 en La vida

Es bueno estar en casa, es bueno oír el viento y sentir sus vigorizantes punzadas…un recordatorio de que estoy vivo. Parece una cosa muy evidente (que yo, que nosotros, estamos vivos) pero me temo que olvidamos demasiado amenudo la importancia de ese simple hecho.

Es muy fácil olvidar que se está realmente vivo. O al menos, olvidar apreciar que se está realmente vivo, que cada amanecer es tuyo para verlo y cada ocaso es tuyo para disfrutarlo. Y todas las horas entre ambos, y todas las horas que siguen al anochecer son tuyas para hacer lo que quieras.

Es fácil perder la posibilidad de que cada persona que se cruza en tu camino se convierta en un acontecimiento y en un recuerdo, bueno o malo, la posibilidad de llenar las horas con experiencias en vez de tedio, la posibilidad de romper la monotonía de los momentos que pasan. Esos tiempos perdidos, esas horas de monotonía, de rutina, son el enemigo; son pequeños tramos de muerte dentro de los momentos de la vida.

Hacía años que no me sentía tan vivo y satisfecho…

Cuán necio soy al dejar que el presente se convierta en pasado, mientras me lamento de un hipotético (y sólo hipotético) futuro. 

Vamos muriendo a cada momento que pasa de cada día. Ésa es la verdad inexorable de esta existencia. Es una realidad que puede paralizarnos de miedo, o una que puede fortalecernos con la impaciencia, con el deseo de experimentar, con la esperanza (mejor dicho, la voluntad) de buscar un recuerdo en cada acto; con la satisfacción de estar vivo, bajo la luz del amanecer o bajo las estrellas, con un buen tiempo o en una tormenta, bailar a cada paso, a través de jardines de flores radiantes o de mantos de nieve.

Los jóvenes saben esto que muchos viejos, o incluso gentes de mediana edad, han olvidado. Ésta es la fuente de la irritación, de los celos que muchos sienten hacia los jóvenes. Cuántas veces he oído esa queja tan corriente: «ojalá pudiera volver a esa edad, sabiendo lo que ahora sé» y yo digo: «ojalá pudiera recuperar el deseo y la alegría que conocí antes…»

Al final he llegado a comprender que ése es el sentido de la vida, y en esa compresión he encontrado el deseo y la alegría. Una vida de veinte años en la que ese deseo y esa alegría, esa verdad, es comprendida, podría ser más plena que una vida de siglos con la cabeza gacha y la espalda encorvada…

Ha hecho falta todo este tiempo, amargas pérdidas, para reconocer la insensatez de ese razonamiento. Ha hecho falta todo este tiempo para despertar a la vida que es mía, apreciar la belleza que me rodea, buscar y no evitar la emoción que está ahí para ser vivida.

Queda preocupaciones y miedos, por supuesto, pero puedo ser paciente y convencerme de lo mejor. Ya que al cavilar en mis temores, estoy rindiendo el propósito entero de mi propia vida.

Eso no lo haré…hay demasiada belleza…hay demasiada diversión…

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